martes, 22 de abril de 2014

Esa belleza...tu belleza.

Anoche no podía dormir. LLevas unos días agitada, luchando con la salida de los dientes, llorando cuando se te cae el chupete...inquieta. En medio del agotamiento y el cansancio me sorprendió que me nacieron estos versos...¡Qué alguien me corrija si esto no es Amor!

Esa belleza cuando te siento despierta,
y al cruzarse nuestras miradas
esbozas una sonrisa de ternura.

Esa belleza
de tu boca envuelta
en cereales, en verduras, en frutas.

Esa belleza
convertida en lágrima densa,
cuando algo te duele o te molesta.

Esa belleza
que me declara adicta
a tus carcajadas contagiosas.

Esa belleza
al pronunciar tu nombre
y ver como vuelves la cabeza.

Esa belleza
en tus inicios de gateo,
en tus gruñidos cuando lo intentas.

Esa belleza
cuando balbuceas,
te escuchas y gritas.

Esa belleza
cuando el hogar huele a ti,
cuando me acuesto con tu olor.

Esa belleza
en la suavidad de tu piel,
en las ganas de comérmela a besos.

Esa belleza
que arranca lo mejor de las personas
cuando te miran.

Esa belleza
en las noches en vela
velando tu noche.

Esa belleza
que tan pronto desgasta
como renueva.

Esa belleza de Principito,
que se ve con el corazón.
Esa belleza
tan efímera y tan eterna.

martes, 8 de abril de 2014

Uk is different

LLevamos ya dos meses y medio aquí, mi pequeña Miriam, y creo que hay cosas a las que no sé si me llegaré a acostumbrar... Lo bueno es que cada problema trae consigo la necesidad de buscar solución y eso siempre ayuda a desarrollar la creatividad o simplemente la capacidad de amoldarse.

1) La falta de persianas: fue el inglés Edward Bevan en el siglo XVIII, quien dicen ""perfeccionó" las persianas venecianas. En esa perfección se debieron de quedar, porque en un país que amanece a las 6 y en invierno ya se empieza a notar la claridad a las 5...¿ por qué no han llegado aquí las persianas que tenemos en España?. Aquí una servidora, sensible a la luz para dormir, no tiene más remedio que usar antifaz aunque eso no pueda luchar con el "despertar inoportuno" que tú nos produces jejeje. Solución: ando con varios inventos en mente...de momento antifaz.

2) La moqueta: confirmo que aísla bastante la habitación del frío, pero digo yo que para eso ya tenemos la calefacción tan maravilloso. Si bien, la moqueta se convierte en un magnífico campo de investigación cuando entras a una vivienda de alquiler. En ella puedes encontrar restos de quién sabe qué, cómo y cuándo...Todo producto de limpieza se convierte en una ilusión desvanecida al poco de usarla...La cosa se complica cuando tú ya vas intentando gatear. Pronto esa alfombra de juegos, de la que no te atreves a salir, no podrá controlar tus ganas de investigar y descubrir mundo. ¡Y qué mundo el de la moqueta! Solución: (buscándola)

3) El tiempo: comenzaré confesando que me lo esperaba peor pero el sol de España no tiene competencia (aunque no nos podemos centrar en este largo invierno que está azotando Madrid). Si bien, el cielo es gris y la humedad y el vientecillo es una constante. Algo positivo tiene esto del tiempo, cuando hace sol o suben un poco las temperaturas, la gente enloquece y exprime al máximo el día en la calle. Y de esa locura ya nos estamos empezando a contagiar. Solución: tener planes de exterior buscados y planeados para cuando llegue el día.

4) Cruzando calles: lo de que aquí los coches se conduzcan por el otro lado no iba a ser problema puesto que no tengo , de momento, miramientos de conducir pero... ¡ay señor lo que supone andar por la ciudad! Si a la dificultad de estar acostumbrada a cruzar mirando de una forma, se une el desconocimiento de si la calle es de una dirección o de dos y el ir empujando un carrito. Además, los semáforos duran poquísimo a lo que yo me planteo ¿tan buena forma física tienen aquí los mayores?. Tras dos meses, empiezo a sentirme cómoda andando por la ciudad pero al principio era un auténtico estrés. Solución: salir de casa media hora antes de lo previsto para torear los imprevistos.

5) El tranvía: el centro de Mancheseter está unido y recorrido por tranvías. La verdad es que es una maravilla: cómodo y eficaz pero justo una de las zonas que más transito (Picadillys garden) es la unión de muchos de ellos. Cruzar por ahí es todo un reto porque las vías no te indican por donde va a venir el tranvía...Cuando la gente se cruza y el tranvía se va acercando pitan así que te pasas el camino escuchando los pitidos y mirando asustada si eres tú la causante de ellos ;-) Solución: cada vez que oigas el pitido saluda como cuando estás en el pueblo y dices eso de...¡Eh! levantando un brazo...para después preguntar al que va contigo ¿quién era el que nos ha pitado?.

6) La cola para pagar en el Aldi: El Aldi es un supermercado al que vamos mucho por calidad, precio y cercanía a casa. Si bien, a la hora de pagar se forman colas enorme para ir pasando a los 20 cajeros que hay. Tras varias observaciones he llegado a pensar que en la entrevista de trabajo hacen pruebas de velocidad porque es tremendo el ritmo al que te reciben, pasan los productos y te cobran. Me genera una angustia... Imaginaos...con una mano empujo el carrito cuando me dicen el número de la caja, con la otra llevo la cesta con lo que he comprado...Colocas el carrito en posición estratégica porque sino te metes en la caja de al lado. Vas dando los productos y en lo que tú das uno, ya tienes dos esperando a que los guardes. Me voy agachando al mayor ritmo que puedo a dejar las cosas debajo del carro, dentro de mi mochila, de la bolsa... Se convierte en una partida de tetris nivel 9 cuando empiezan a bajar las piezas con mayor rapidez y encima no viene ni una de las que necesitas... Solución:buscar una hora que haya menos gente y practicar en casa con cronómetro.

7) Menú del día: llega el fin de semana y para cambiar  y aprovechar al máximo el día algunas veces se torna comer fuera. Esto que en España se convierte en un placer, aquí es una aventura. Da igual el tiempo que tardes en buscar un sitio para comer, en todos te ofrecen el mismo tipo de comida, mismo precio y según te levantas al haber acabado tienes la sensación de que has merendado. Añoro esos restaurante con su menú del día en los que hasta el momento de "postre o café" te quedas con el postre. Normal que aquí a las 6 se tenga hambre... Solución: a las 6 merendar de nuevo ;-)

8) Las puertas: las puertas de los pisos (al menos los del centro) están provistos de códigos para poder acceder dentro. Así, para llegar a mi casa tengo que pasar 3 puertas con sus 3 códigos diferentes y luego llego a la mía propia donde hago uso de las apreciadas llaves. Los códigos son de números y letras...Yo ya llega un momento que no sé si el número que meto es el de la puerta, el del banco o mi contraseña de facebook. Otra pequeña lucha con las puertas de las casas que en vez de visagras usan una especie de cadena y necesitan de un "pie" que las sostengan o se cierran solas. Solución: he hecho una foto a un papel con todas las contraseñas de las puertas y lo tengo de fondo de pantalla del móvil.

9) La falta de algunos productos y el desconocimiento de otros: aunque vamos encontrando poco a poco productos que usamos en nuestro día a día (encontrarlos es como un tesoro), todavía hay productos que no encuentro y que añoro: la colonia para bebés, obleas para hacer empanadillas, embutido rico rico, pan rallado, yogur bebido... Comprar hace que lleve conmigo el traductor en el móvil, nunca hay que fiarse de lo que crees que es por el dibujo. Cosas como diferenciar suavizante de detergente o saber para qué vale cada producto de limpieza o que tipo de bebida es esa...son auténticos retos del día a día. Ni que decir tiene comprar para hacer los purés para ti. Solución: llorar a los papis los productos que faltan y que te los envíen por caja / coger de la biblioteca un libro de recetas para bebés con los ingredientes que aquí encuentro.

10) Y sin lugar a dudas, lo que no podía faltar de cosas que añoro es a mi familia y amigos. Tener planes los fines de semana, tener el cariño de la gente que te quiere cerca, que te vean crecer, que te cuiden mientras mamá va a hacer algunos recados sola, sus abrazos, sus caricias... Solución: ¡¡VENID A VERNOOOOOSSSS!!

Las navidades que supimos que nos íbamos, mi pequeña, salió un anuncio de la marca Campofrío que decía "puedes irte pero no hacerte". Yo pienso que es bonito hacerte al sitio donde vives,:entender sus costumbres, respetarlas, vivirlas... Eso acaba enriqueciéndonos de alguna manera. De hecho en mi próximo post te contaré 10 cosas que me encantan de vivir aquí.

Y ahora LET´S GO!! dispuestas a conquistar la calle, laciudad, el país y por qué no, a estos ingleses...




martes, 18 de marzo de 2014

Echar de menos...

En un mudanza hay cajas, mi pequeña Miriam, que nunca acaban de desempaquetarse. Esta es una caja especial. Una caja que no ha sido enviada, que no se facturó...Una caja que simplemente, vino conmigo. Una caja que guarda un motor que dejó de rugir hace casi un año y que palpita en lo más profundo de mí, imperceptible esperando volver a latir con fuerza muy pronto.

Mientras tú nos vas regalando preciosos inicios, nosotros nos enfrentamos a un comienzo peculiar: VIVIR EN UNA NUEVA CIUDAD, en un nuevo país.
Los principios son apasionantes pero también difíciles. Aterrizar en nuevo país, dejar todo lo que mueve parte de tu mundo en España: tu familia, tu vocación, lo que era tu vida...Aventurarse a ponerte a prueba e intentar hacer de los desconocido un nuevo hogar.


Durante este comienzo asalta mucho la soledad en mi día a día. Y es que los principios, requieren de finales y me final (o prefiero pensar en paréntesis) en el cole, tras casi 8 años de pasión, ha dejado en mí un gran vacío. 

Echo de menos sus caras a primera hora de la mañana, la oración, tener la mesa llena de agendas para dar cita a los padres,de controles para corregir, de cuadernos que revisar...

Echo de menos sus besos, sus abrazos porque sí, sus "que guapa estás profe" el día que peor te encuentras, sus superaciones, inquietudes, peleas y reconciliaciones.

Echo de menos las conversaciones con mis compañeros, las bromas entre nosotros, la sabiduría de los que llevan años en esta profesión, aprender de ellos, las sorpresas que cada día traía consigo... Entusiasmat, los nuevos retos...

Echo de menos corregir, las pinturas de colores, las gominolas, inventar nuevas formas de despertar en ellos las ganas, el cansancio de quien piensa que a veces habla para las paredes, la tristeza de ver al que se esfuerza y sigue sin lograr llegar a lo que llaman "mínimos"...

Echo de menos los cortos minutos para comer, las bromas con el personal del comedor, la espera de aquella mujer que siempre miraba la comida y se iba sin más, el día que tocaba cocido y eso significaba que comíamos fuera, los viernes soleados comiendo en una terracita todos juntos...

Echo de menos no haber acabado un mes y ya tener el siguiente lleno de fechas marcadas, desear que lleguen las vacaciones para coger fuerzas...

Echo de menos las reuniones, la Pastoral, nuestras conversaciones sobre ello, sobre la educación, sobre la vida, ser oveja negra, tener pastora...

Echo de menos las notas de los padres que te hacen plantearte tu vocación, que consiguen hacerte llorar y dudar de ti (a veces es un buen ejercicio de autoevaluación y superación), el abrazo de los compañeros arropando tu labor, su apoyo incondicional...

Echo de menos los padres, compañeros, personal del cole que te dan su cariño, las palabras de gratitud, el reconocimiento a tu labor, las miles de anécdotas que se viven en un colegio.

Los inicios son difíciles, mi pequeña, pero no podemos quedarnos parados en la tristeza, en la soledad, en los recuerdos...porque sino, nos perderemos todo un mundo nuevo por descubrir. Estos momentos también forman parte de la vida.



Hoy toca quitarse los zapatos rojos, dejar a un lado el camino de baldosas amarillas que prometen llevarte de nuevo a casa. Porque este es hoy nuestro hogar, este es el día que nos regala la vida y mientras lo saboreo y lucho contra la soledad y la añoranza que acechan escondidas en los días grises... Miro al frente y sueño con el día de volver a entrar en un aula...

jueves, 27 de febrero de 2014

Historias...personas

Antes de empezar a leer, quiero pedir perdón. Perdón por lo que aquí escribo, porque me tomo el derecho a "hablar" sin conocer, basándome en unos pocos y efímeros encuentros. Sé que la persona es mucho más que una conversación, que un acercamiento, que unas observaciones...Porque detrás de cada persona, de cada uno de nosotros, hay una historia y solo conociendo esa historia en profundidad, podemos (y aún así tengo mis dudas de quién somos nosotros para hacer eso) hablar de esa persona.

Si bien, un mes en neonatos y tantas horas al día dan para mucho. Por allí pasaron muchos rostros, muchas familias, muchos profesionales y cada uno de ellos me aportó algo. 


  • Mario era el único bebé que había cuando llegaste tú. Su historia era parecía a la tuya pero él estaba allí porque a veces, a lo largo del día, se le olvidaba momentáneamente respirar. Su madre, también joven, llegaba todos los días con una sonrisa fresca. La observaba para aprender de la rutina que ella ya tenía adquirida y porque era de esas personas que solo mirarla a la cara sabías que todo iba a ir bien. Derrochaba esperanza y fuerza. Los ratos muertos entre toma me regalaron muchas conversaciones con ella. Hablamos de cosas que posiblemente, ninguna de las dos había hablado con tanta profundidad con gente más cercana pero las dos habíamos pasado y estábamos pasando por situaciones parecidas y encuentras en el otro comprensión. Es impresionante que tipo de lazos se forman en lugares como estos. Te encuentras con personas que no conoces de nada y de repente te sorprendes a ti misma abriendo tu corazón y reconociendo en el otro el mismo dolor y la misma preocupación.
Mario también llevaba allí un tiempo largo ingresado. Su madre venía todas las mañanas desde Pozuelo y cuando la conocí, comenzaba a sentir que se le estaba haciendo cuesta arriba. Por nuestras conversaciones, intuí que su padre debía de trabajar en algo que requería mucho tiempo a viajar: Miami, Ibiza, Los Emiratos Árabes...Sin embargo, esa chica mostraba una gran sencillez. Cuando le dieron el alta a Mario, nos regaló un chupete rosa y me dijo "toma, para que sea el primer chupete de Miriam en cuanto os den el alta". Nos dimos un abrazo y no supe más de ella. Creo que ambas encontramos en la otra un gran apoyo.

Semanas más tarde descubrí, por casualidad, que su marido era un importante DJ español. 
  • La pequeña y amirillita Iria. De repente llegué una mañana y me encontré la puerta de neonatos repleta de gente. Conté unas 20 personas y parecían de etnia gitana. Por el suelo cestas con comida y tapers. Según me vieron llegar, muy educadamente me abrieron el paso. Di los buenos días y pasé adentro. Al cruzar la puerta, me encontré en los sillones tirada a una chica joven. Tenía un largo pelo recogido en lo alto con unos de esos moños que yo siempre alabo porque la gente se lo hace en 5 minutos y parecen que les ha llevado horas colocar cada pelo en su sitio. Tenía una preciosa piel morena y unos ojos brillantes, profundos, verde aceituna. Iba con el camisón "sensual" que te dan en los hospitales y lo complementaba con unas zapatillas verde fucsia con unos pompones la mar de divertidos. Su rostro mostraban agotamiento y pena, mucha pena. 
¡Buenos días! le dije con una sonrisa. Su mirada perdida se encontró con la mía. Unos segundos le bastaron para contarme que acaban de ingresar a su niña porque tenía bilirrubina. Había dado a luz el día de antes y estaba terriblemente dolorida físicamente. ¡Tranquila, todo va a ir bien y en unos días estás en casa con ella!. (Tú, Miriam, también tuviste bilirrubina. Es algo muy normal en bebés. Os ponen unas gafas para proteger los ojos y estáis bajo unos rayos ultravioletas hasta que mejore. Allí lo llamaban "tomar el sol") Estuvimos hablando largo rato y creo que le tranquilizó ver el tiempo que llevaba yo allí y las condiciones en las que llegaste. 
Cuando entré a la zona donde están los bebés, una de las enfermeras me preguntó si había hablado con la madre de Iria. Me pidieron que intentara hacerla entrar en razón, porque llevaba toda la noche allí a los pies de la cuna de su hija y necesitaba descansar y recuperarse del parto en la habitación. 

Unos minutos después de conversar con ella, la madre subía a la habitación acompañada por las mujeres de la familia. Mientras, todos los hombres se quedaron en la puerta esperando noticias, no sin antes ofrecerme todo tipo de alimentos y recibir todo tipo de halagos por el tiempo que llevaba allí contigo.  

Al día siguiente cuando llegué Iria ya no estaba. Le habían dado el alta.

  • Dafne y yo nos conocimos una mañana nada más llegar. Fue vecina tuya de cuna durante un tiempo. A las 9, puntual, bajo su madre y mi sorpresa fue cuando con ella entró otra mujer que bien parecía la abuela de la niña. Te preguntarás porque me impactó. Allí en neonatos solo podían estar los padres. No dejaban que hubiera nadie más o en caso de no estar el padre o la madre, que alguien acompañara. Las visitas solo estaban permitidas de 16:00 a 16:20 y dos personas por bebé. Por eso me sorprendió ver que la mamá de Dafne bajaba de la habitación con su mamá. Me dieron los buenos días y nos intercambiamos una mirada de complicidad. 
Pronto entendí todo, o todo se volvió más confuso. Detrás de ellas venían una pareja de policía. 

Se quedaron a pocos pasos, bloqueando la puerta de salida. Observé como ella se sintió incómoda y murmuró en voz baja si no iban a respetarla ni siquiera ese momento de intimidad. Viendo que los policías no abandonaban su puesto, cogió a su bebé y le dio el pecho poniéndose de espaldas a ellos. 

Una de las enfermeras debió darse cuenta y habló con los policías para ver si la custodiaban mejor en la entrada. Visualmente no podían verla pero al mismo tiempo, al ser la única puerta de salida y entrada, sabían que no podía fugarse por ningún lado. La pareja accedió. Admiré el tacto de la enfermera. Habló siempre en plural, lo enfocó a la intimidad de las madres que allí estábamos dando el pecho y el momento íntimo que suponía.
Cuando la pareja retrocedió para esperar donde les habían sugerido, la madre de Dafne se volvió a la enfermera y le dio las gracias. Ella accedió con la cabeza y sonrió. 

No sé porque estaba en la cárcel, si se quedó embaraza dentro o fuera...De vez en cuando ella hacía algún comentario de "mejor que no se parezca nada a su padre" o incluso alguna pareja de policías que vino y con los que ella tenía un trato más especial y humano le dijeron "es clavadita a ti, menos mal que no ha salido al padre". Y juntos reían.

Me impresionó mucho ver que esa chica estaba en la cárcel. Cuando pensamos en la gente encarcelada nos hacemos una idea, un estereotipo y ella rompía todos los moldes. Una chica sencilla, con familia "normal". En los días posteriores pude ver como a su madre se le escapaba alguna lágrima y sollozaba "cómo hemos podido llegar a esto, cómo te has dejado engañar así". 
Sin entrar en detalles y sin yo preguntar me contaron, el día que le daban el alta a Dafne, que se iba a ir con su abuela a vivir porque la cárcel no era un lugar para criar un bebé y que iba a luchar para estar muy pronto con ella en casa.
Me moría de ganas de preguntar, de saciar mi curiosidad pero creí que no era lo mejor. Así, llegó el día que le dieron el alta. Empezaron a vestir a su bebé con ropa de calle. Lo hacía despacio como queriendo alargar todo lo posible ese momento. Después le cogió en brazos, le abrazó, le olió...

¡Nos tenemos que ir, lo siento!, dijo uno de los policías. Dejó al bebé de nuevo en la cuna y se acercó a despedirse de mí. Me dio las gracias. Solo pude sonreirla y decirla "una no deja de ser madre por estar lejos un tiempo". Nos abrazamos y se marchó. Primero ella, custodiada de nuevo por la policía y esta vez con unas esposas puestas. Allí quedó la abuela de la niña y Dafne ajena a todo lo que estaba pasando. Unos minutos después abandonarían ellas el hospital, con una mezcla de sentimientos.

El próximo día, mi querida Miriam, te hablaré de muchos niños más que pasaron por nuestro lado. Bebés que nada más nacer, ya lo hacían en una familia con unas personas, unas vidas. Historias felices, historias rotas... Si algo tengo que destacar de cada uno de esos niños es que, pasara lo que pasara, conseguían aunque fuera por un momento, que todo se olvidara, conseguían sacar la mayor de las sonrisas a quien les rodeaba, creer que todo es posible, que siempre hay que luchar por lo que se quiere y sobre todo subrayo algo que tu mamá tiene cada día más claro...Amar es sufrir. Cuando nos exponemos a amar a alguien, sabemos que también nos exponemos a sufrir por y con esa persona. Así lo vi en las madres y padres que tenían allí a sus hijos, en la abuela que veía como su hija había destrozado su vida, en la familia gitana que permanecía unida a las puertas de neonatos a pesar de la locura que eso despertaba en el personal que allí trabajaba, en la madre dolorida que no abandonaba los pies de la cuna de su hija y otros muchos rostros que por allí pasaron y que me dejaron parte de ellos. 

Después de todo, mi pequeña, no somos historias, somos personas.

jueves, 20 de febrero de 2014

Nueve, doce, tres, seis...SILENCIO

Y allí nos quedamos fundidas en  nuestro primer abrazo...

Una semana después de tu nacimiento me dieron el alta. Digo "me" porque salimos del hospital pero tú te tuviste que quedar allí. Tu nuevo hogar, y también el nuestro, se llamaba neonatología. Como llegaste sin avisar, nos pillaste en Alcalá de Henares así que consideramos mudarnos allí hasta que te pudieramos llevar a nuestra casa. Papá tenía que empezar a trabajar. Nada más acabar, corría a esa cita que teníais cada tarde. Sin duda eras ¡lo mejor del día!

En neonatos la vida estaba marcada por rutinas. Las puertas estaban abiertas las 24 horas, por lo que podíamos estar contigo todo el tiempo que quisieramos. Si bien,había unas normas que siempre había que cumplir.

Todos los días era lo mismo, pero nosotros nos empeñábamos en saborear cada día como algo diferente. Antes de entrar había que lavarse muy bien las manos, secarlas y luego echarse un desinfectante.Esto había que repetirlo siempre que se saliera y entrara a neonatos o cuando habías manipulado algo y cambiabas de actividad.

 A las 9:00 era la primera toma, pero como tú te ibas a quedar una larga temporada  nos dejaban ir un poco antes para ser nosotros quienes te bañáramos. La primera vez que te vimos bañar, usaron una bañera de muñecas. Sí, sí...lo has oído bien, una bañera azul que había llevado una de las enfermeras. Era de su hija cuando jugaba con muñecas. 

Ese momento, era tu momento Spa. Te ponían debajo de una campana de calor para que tuvieras una temperatura maravillosa antes, durante y después del baño. Aprendimos como cogerte para bañarte, por donde empezar, que zonas hay que cuidar más... Nos hicieron hincapié en los pliegues pero añadiendo "bueno, cuando los tenga". Nos enseñaron a envolverte como un rollito en la toalla, a echarte crema, a peinar tu cabecita desnuda y a limpiarte los ojillos porque tenías una conjuntivitis de nacimiento.

Recuerdo la primera vez que te cambié el pañal. Estabas metida en la incubadora y tuve que hacerlo metiendo las manos por unos agujeros. El pañal era minúsculo y aún así teníamos que hacer una doblez porque sino tapaba todo tu cuerpo. ¡Qué miedo tocarte! Te veía tan frágil.

Las tomas estaban marcadas cada 3 horas. Después de la toma de las 9 venían los médicos a realizar las diferentes revisiones que estuvieran programadas. A no ser que tuvieras alguna prueba y me dejaran quedarme, solía irme a la sala de estar de los padres y aprovechaba para desayunar de nuevo y leer. Entre que empezabas la toma y la "acababas", al final solo quedaba apenas hora y media para "desconectar".

Tras la toma de las 12, venía tu abuela o tu tío a buscarme y me bajaba a casa a comer para volver a subir a las 3. Podía comer allí pero qué gran rato era ese de salir un poco del hospital, hablar con los tuyos y volver con las pilas recargadas.Tras la toma de las tres, bajaban las luces y se hacía el silencio. Era nuestro momento, volvía a desabrochar mi camisa y a colocarte desnuda sobre mi piel...nos volvíamos a fundir en un abrazo eterno hasta que venía papá para continuar contigo.

Lo peor del día llegaba a la noche. Cuando contaba esta rutina muchos decian "qué suerte así has podido dormir durante ese tiempo". Solo el que lo ha vivido sabe lo duro que era dejarte allí y bajar al silencio de una casa vacía.

Un nuevo día, un nuevo despertar, una misma rutina. Me levantaba, duchaba, ponía una camisa (sí hija, me tuve que comprar unas camisas porque mamá no solía usar), me tomaba mi medicina (me dejaste una anemia que me tenía por los suelos y una tensión que acariciaba las nubes), desayunaba, metía los tarritos de leche que me había sacado durante la noche en una mininevera, su bloque de hielo y rumbo al hospital...Así todos los días.

Nuevo día, misma rutina pero al llegar e ir directamente a la "zona VIP" encontré tu incubadora vacía...Detrás de mí uno de los enfermeros, que más tiempo pasó contigo, me dijo "ya no está Miriam aquí". Le miré a los ojos y el guió mi mirada hacia afuera...

Pequeña, habías dado un paso más, ya estabas fuera de la UCI. En una cuna con un suave colchón que te daba constantemente el calor que buscabas cuando te encontrabas con mi pecho.

jueves, 13 de febrero de 2014

Nuestra segunda cita

Tres eternos días tardé en bajar a neonatos, en volver a verte desde aquella primera cita fugaz. Aquel instante en el que la alegría resbaló por mi mejilla en forma de lágrima y el dolor no dejó fluir ningún sentimiento más.

Durante esos tres interminables días no quisimos apenas visitas. Yo me encontraba realmente mal y es triste la soledad de una habitación, en el pasillo de maternidad, donde escuchas el llanto de todos los bebés menos el tuyo.Papá bajaba a verte en todas las tomas y teníais ratitos de lo que llamaban "piel con piel" en el que él aseguraba sentir que era el hombre más feliz del mundo al tenerte dormida en su pecho, dándote su calor y marcando el ritmo de tu nueva vida con los latidos de su corazón.

Las ganas de bajar a verte hacía que usara todas mis fuerzas para intentar levantarme de la cama y por fin, tras un poco de ayuda, conseguí bajar a verte. El corazón me palpitaba con fuerza, bombeando esa nueva sangre que ya corría por mis venas, que nos marcaba que algo había comenzado. Papá me había hablado de ti y me subía fotos en el móvil para verte, pero yo ansiaba fundir nuestros cuerpos y sentirnos parte la una de la otra.

Un interminable pasillo, una puerta, un timbre donde tenía que decir "mamá de Miriam" y toda una sala llena de profesionales que velaban día y noche por tu pequeña y frágil vida. Todos me esperaban desde hacía unos días y sus caras y palabras de ánimo me acabaron dando la energía que necesitaba para llegar hasta la pequeña habitación donde te encontrabas. Era la UCI, pero ellos lo llamaban la sala VIP, solo para gente especial. Y allí, en una pequeño "cofre de plástico transparante" como tesoro que eras...allí, por fin...¡te pude ver!. Creo que el tiempo no borrará jamás esa imagen. Estabas boca abajo, hecha un ovillo como si te encontraras en mi tripa. De tu pie salían unos cables que medían constantemente tu temperatura y tus pulsaciones.

Recorrí con mis ojos cada poro de tu morena piel. Me sorprendieron tus delgadas piertas y brazos. Tu rostro sin pestañas, sin cejas...destacando dos canicas negras con un brillo especial. Pero si algo me impactó de verdad fue que, por un segundo, pensé que hacía unos días estabas así dentro de mí y te vi tan perfecta. Mi boca solo pudo susurrar ¡qué milagro!

Volví al mundo cuando alguien me preguntó: ¿preparada? Y fue entonces cuando me desabroché el camisón mientras, con cuidado, te sacaban de tu pequeño escudo. 3 días o 7 meses llevaba luchando por ese momento y por mucho que lo hubiera soñado, nada se puede comparar. Llorabas de frío, llorabas porque te había sacado de tu pequeño hogar y con delicadeza y derrochando cariño tu calor se mezcló con el mío, tu cuerpo encontró
refugio en mi pecho, escuchando los latidos de mi corazón,se hizo el silencio y te quedaste dormida. Apenas necesitaba una de mis manos para sujetarte. Tan frágil, tan sensible, tan amada, tan deseada...MIRIAM.

miércoles, 29 de enero de 2014

La felicidad tiene un peso...

Desde el minuto uno las dos palabras que nos acompañaron fueron "esperanza" y "confianza". Dos palabras preciosas que tendemos a usar muy a menudo pero que traen consigo una gran carga para aquel que se aferra a ellas. Confiar y tener esperanza libraban una gran batalla, una misma lucha... Palabras que, bajo mi parecer, hubieran sido inaguantables de no ser por nuestra Fe.

Y así, nos acompañaron en una guerra que duró más de un año, en una lucha que llamaba a la rendición y la desesperación. Pero, solo soñarte e imaginarte te llenaba de nueva fuerza para continuar.

Sin avisar, sin saber si estábamos o no preparados y mucho antes de lo que te esperábamos llegaste a este mundo. LLegaste poniendo todo patas arriba, llenando los últimos días de miedos a perder todo lo logrado, a dejar de sentir tus patadas, tu hipo mañanero, tu inquietud durante la noche... Y nosotros, no hacíamos más que pensar que los valientes no son aquellos que no tienen miedo, sino los que ponen ese miedo en manos de Dios.

¡Llegaste a este mundo!Apenas unos segundos para ver tu cara, para sentir tu olor,para darte un beso

y dolorida, triste y agotada tras el mayor reto que la vida me ha prensentado jamás...confirmé que se puede amar a alguien mucho antes de conocerle y que la felicidad tiene un peso... 1465 gramos.

Ahora te tocaba a ti seguir luchando...