Antes de empezar a leer, quiero pedir perdón. Perdón por lo que aquí escribo, porque me tomo el derecho a "hablar" sin conocer, basándome en unos pocos y efímeros encuentros. Sé que la persona es mucho más que una conversación, que un acercamiento, que unas observaciones...Porque detrás de cada persona, de cada uno de nosotros, hay una historia y solo conociendo esa historia en profundidad, podemos (y aún así tengo mis dudas de quién somos nosotros para hacer eso) hablar de esa persona.
Si bien, un mes en neonatos y tantas horas al día dan para mucho. Por allí pasaron muchos rostros, muchas familias, muchos profesionales y cada uno de ellos me aportó algo.
- Mario era el único bebé que había cuando llegaste tú. Su historia era parecía a la tuya pero él estaba allí porque a veces, a lo largo del día, se le olvidaba momentáneamente respirar. Su madre, también joven, llegaba todos los días con una sonrisa fresca. La observaba para aprender de la rutina que ella ya tenía adquirida y porque era de esas personas que solo mirarla a la cara sabías que todo iba a ir bien. Derrochaba esperanza y fuerza. Los ratos muertos entre toma me regalaron muchas conversaciones con ella. Hablamos de cosas que posiblemente, ninguna de las dos había hablado con tanta profundidad con gente más cercana pero las dos habíamos pasado y estábamos pasando por situaciones parecidas y encuentras en el otro comprensión. Es impresionante que tipo de lazos se forman en lugares como estos. Te encuentras con personas que no conoces de nada y de repente te sorprendes a ti misma abriendo tu corazón y reconociendo en el otro el mismo dolor y la misma preocupación.
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Mario también llevaba allí un tiempo largo ingresado. Su madre venía todas las mañanas desde Pozuelo y cuando la conocí, comenzaba a sentir que se le estaba haciendo cuesta arriba. Por nuestras conversaciones, intuí que su padre debía de trabajar en algo que requería mucho tiempo a viajar: Miami, Ibiza, Los Emiratos Árabes...Sin embargo, esa chica mostraba una gran sencillez. Cuando le dieron el alta a Mario, nos regaló un chupete rosa y me dijo "toma, para que sea el primer chupete de Miriam en cuanto os den el alta". Nos dimos un abrazo y no supe más de ella. Creo que ambas encontramos en la otra un gran apoyo.
Semanas más tarde descubrí, por casualidad, que su marido era un importante DJ español.
- La pequeña y amirillita Iria. De repente llegué una mañana y me encontré la puerta de neonatos repleta de gente. Conté unas 20 personas y parecían de etnia gitana. Por el suelo cestas con comida y tapers. Según me vieron llegar, muy educadamente me abrieron el paso. Di los buenos días y pasé adentro. Al cruzar la puerta, me encontré en los sillones tirada a una chica joven. Tenía un largo pelo recogido en lo alto con unos de esos moños que yo siempre alabo porque la gente se lo hace en 5 minutos y parecen que les ha llevado horas colocar cada pelo en su sitio. Tenía una preciosa piel morena y unos ojos brillantes, profundos, verde aceituna. Iba con el camisón "sensual" que te dan en los hospitales y lo complementaba con unas zapatillas verde fucsia con unos pompones la mar de divertidos. Su rostro mostraban agotamiento y pena, mucha pena.

Cuando entré a la zona donde están los bebés, una de las enfermeras me preguntó si había hablado con la madre de Iria. Me pidieron que intentara hacerla entrar en razón, porque llevaba toda la noche allí a los pies de la cuna de su hija y necesitaba descansar y recuperarse del parto en la habitación.
Unos minutos después de conversar con ella, la madre subía a la habitación acompañada por las mujeres de la familia. Mientras, todos los hombres se quedaron en la puerta esperando noticias, no sin antes ofrecerme todo tipo de alimentos y recibir todo tipo de halagos por el tiempo que llevaba allí contigo.
Al día siguiente cuando llegué Iria ya no estaba. Le habían dado el alta.
- Dafne y yo nos conocimos una mañana nada más llegar. Fue vecina tuya de cuna durante un tiempo. A las 9, puntual, bajo su madre y mi sorpresa fue cuando con ella entró otra mujer que bien parecía la abuela de la niña. Te preguntarás porque me impactó. Allí en neonatos solo podían estar los padres. No dejaban que hubiera nadie más o en caso de no estar el padre o la madre, que alguien acompañara. Las visitas solo estaban permitidas de 16:00 a 16:20 y dos personas por bebé. Por eso me sorprendió ver que la mamá de Dafne bajaba de la habitación con su mamá. Me dieron los buenos días y nos intercambiamos una mirada de complicidad.
Pronto entendí todo, o todo se volvió más confuso. Detrás de ellas venían una pareja de policía.
Se quedaron a pocos pasos, bloqueando la puerta de salida. Observé como ella se sintió incómoda y murmuró en voz baja si no iban a respetarla ni siquiera ese momento de intimidad. Viendo que los policías no abandonaban su puesto, cogió a su bebé y le dio el pecho poniéndose de espaldas a ellos.
Una de las enfermeras debió darse cuenta y habló con los policías para ver si la custodiaban mejor en la entrada. Visualmente no podían verla pero al mismo tiempo, al ser la única puerta de salida y entrada, sabían que no podía fugarse por ningún lado. La pareja accedió. Admiré el tacto de la enfermera. Habló siempre en plural, lo enfocó a la intimidad de las madres que allí estábamos dando el pecho y el momento íntimo que suponía.
Cuando la pareja retrocedió para esperar donde les habían sugerido, la madre de Dafne se volvió a la enfermera y le dio las gracias. Ella accedió con la cabeza y sonrió.
No sé porque estaba en la cárcel, si se quedó embaraza dentro o fuera...De vez en cuando ella hacía algún comentario de "mejor que no se parezca nada a su padre" o incluso alguna pareja de policías que vino y con los que ella tenía un trato más especial y humano le dijeron "es clavadita a ti, menos mal que no ha salido al padre". Y juntos reían.
Me impresionó mucho ver que esa chica estaba en la cárcel. Cuando pensamos en la gente encarcelada nos hacemos una idea, un estereotipo y ella rompía todos los moldes. Una chica sencilla, con familia "normal". En los días posteriores pude ver como a su madre se le escapaba alguna lágrima y sollozaba "cómo hemos podido llegar a esto, cómo te has dejado engañar así".
Sin entrar en detalles y sin yo preguntar me contaron, el día que le daban el alta a Dafne, que se iba a ir con su abuela a vivir porque la cárcel no era un lugar para criar un bebé y que iba a luchar para estar muy pronto con ella en casa.
Me moría de ganas de preguntar, de saciar mi curiosidad pero creí que no era lo mejor. Así, llegó el día que le dieron el alta. Empezaron a vestir a su bebé con ropa de calle. Lo hacía despacio como queriendo alargar todo lo posible ese momento. Después le cogió en brazos, le abrazó, le olió...

El próximo día, mi querida Miriam, te hablaré de muchos niños más que pasaron por nuestro lado. Bebés que nada más nacer, ya lo hacían en una familia con unas personas, unas vidas. Historias felices, historias rotas... Si algo tengo que destacar de cada uno de esos niños es que, pasara lo que pasara, conseguían aunque fuera por un momento, que todo se olvidara, conseguían sacar la mayor de las sonrisas a quien les rodeaba, creer que todo es posible, que siempre hay que luchar por lo que se quiere y sobre todo subrayo algo que tu mamá tiene cada día más claro...Amar es sufrir. Cuando nos exponemos a amar a alguien, sabemos que también nos exponemos a sufrir por y con esa persona. Así lo vi en las madres y padres que tenían allí a sus hijos, en la abuela que veía como su hija había destrozado su vida, en la familia gitana que permanecía unida a las puertas de neonatos a pesar de la locura que eso despertaba en el personal que allí trabajaba, en la madre dolorida que no abandonaba los pies de la cuna de su hija y otros muchos rostros que por allí pasaron y que me dejaron parte de ellos.
Después de todo, mi pequeña, no somos historias, somos personas.
Todos somos personas aunque alguna vez se nos olvide..... Grande Sara, me ha encantado como siempre! Besazos
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