jueves, 13 de febrero de 2014

Nuestra segunda cita

Tres eternos días tardé en bajar a neonatos, en volver a verte desde aquella primera cita fugaz. Aquel instante en el que la alegría resbaló por mi mejilla en forma de lágrima y el dolor no dejó fluir ningún sentimiento más.

Durante esos tres interminables días no quisimos apenas visitas. Yo me encontraba realmente mal y es triste la soledad de una habitación, en el pasillo de maternidad, donde escuchas el llanto de todos los bebés menos el tuyo.Papá bajaba a verte en todas las tomas y teníais ratitos de lo que llamaban "piel con piel" en el que él aseguraba sentir que era el hombre más feliz del mundo al tenerte dormida en su pecho, dándote su calor y marcando el ritmo de tu nueva vida con los latidos de su corazón.

Las ganas de bajar a verte hacía que usara todas mis fuerzas para intentar levantarme de la cama y por fin, tras un poco de ayuda, conseguí bajar a verte. El corazón me palpitaba con fuerza, bombeando esa nueva sangre que ya corría por mis venas, que nos marcaba que algo había comenzado. Papá me había hablado de ti y me subía fotos en el móvil para verte, pero yo ansiaba fundir nuestros cuerpos y sentirnos parte la una de la otra.

Un interminable pasillo, una puerta, un timbre donde tenía que decir "mamá de Miriam" y toda una sala llena de profesionales que velaban día y noche por tu pequeña y frágil vida. Todos me esperaban desde hacía unos días y sus caras y palabras de ánimo me acabaron dando la energía que necesitaba para llegar hasta la pequeña habitación donde te encontrabas. Era la UCI, pero ellos lo llamaban la sala VIP, solo para gente especial. Y allí, en una pequeño "cofre de plástico transparante" como tesoro que eras...allí, por fin...¡te pude ver!. Creo que el tiempo no borrará jamás esa imagen. Estabas boca abajo, hecha un ovillo como si te encontraras en mi tripa. De tu pie salían unos cables que medían constantemente tu temperatura y tus pulsaciones.

Recorrí con mis ojos cada poro de tu morena piel. Me sorprendieron tus delgadas piertas y brazos. Tu rostro sin pestañas, sin cejas...destacando dos canicas negras con un brillo especial. Pero si algo me impactó de verdad fue que, por un segundo, pensé que hacía unos días estabas así dentro de mí y te vi tan perfecta. Mi boca solo pudo susurrar ¡qué milagro!

Volví al mundo cuando alguien me preguntó: ¿preparada? Y fue entonces cuando me desabroché el camisón mientras, con cuidado, te sacaban de tu pequeño escudo. 3 días o 7 meses llevaba luchando por ese momento y por mucho que lo hubiera soñado, nada se puede comparar. Llorabas de frío, llorabas porque te había sacado de tu pequeño hogar y con delicadeza y derrochando cariño tu calor se mezcló con el mío, tu cuerpo encontró
refugio en mi pecho, escuchando los latidos de mi corazón,se hizo el silencio y te quedaste dormida. Apenas necesitaba una de mis manos para sujetarte. Tan frágil, tan sensible, tan amada, tan deseada...MIRIAM.

3 comentarios:

  1. Emocionada estoy con tu compartir... lágrimas de alegría son las que me caen por las mejillas, por saber que cualquier dolor y preocupación pasada quedó olvidada desde que pudiste tener en tus brazos a tu precioso ángel... porque Miriam es un auténtico regalo del cielo que solo podía ser para vosotros :´)

    ResponderEliminar